Una
enfermedad curable
Él es admirable, grande,
fuerte y viaja a través de varios municipios, muchos lo han visto pero pocos lo
conocen, se ha mantenido en la lucha por sobrevivir y poder sostener a todas
las especies que viven de él. Los que saben de su importancia para la
subsistencia y el futuro de esas especies y de la especie humana, se preocupan
por conservarlo, protegerlo y así mantenerlo más vivo que nunca.
Los habitantes disfrutaban
de él, no sólo por el líquido vital que posee, sino por la variedad de animales que se albergan en sus
brazos: garzas, pichones, patos, tinguas, águilas de cabeza amarilla, lechuzas,
búhos, comadrejas y curíes hacían parte de él. Los árboles a su alrededor tenían
nidos con huevos y pajaritos, y durante todo el día se escuchaba su canto
melódico. Cerca de él, se respiraba aire puro, corría el viento, existían
muchas plantas, particularmente la sombrillita de agua, helechos, y otras
plantas acuáticas, además de insectos como libélulas, grillos y mariposas. Los
niños saltaban entre sus islas y atrapaban las ranas, que envasaban en frascos,
para hacer la típica tarea de biología.
Todo
esto ocurría cuando él no estaba enfermo, ni tenía problemas de infecciones, porque
las personas lo respetaban y no le arrojaban basuras alrededor; él estaba sano y
su olor era agradable. Pero hace 10 años, esta historia empezó a ser diferente.
En
ese proceso de deterioro, él perdió innumerables especies. De los casi 40 tipos
de aves que se tenían registrados en el 2008, actualmente subsisten sólo 30
especies; además de las aves, muchos roedores, reptiles e insectos se han
ahogado en los escombros y la mayoría han sido desalojados de su hábitat.
¡Si!
Él es un humedal, conocido como Gualí. Es
parte de la división que se hizo hace 30.000 años del gran Lago de Humboldt, que
cubría toda la Sabana de Bogotá. Las aguas del lago se canalizaron a través del
Río Bogotá, hacia el Salto del Tequendama; a medida que pasaban los años, el
clima se hizo más cálido y se creó este ecosistema de gran valor ecológico y
cultural, constituido por un cuerpo de agua, de escasa profundidad y con una
franja a su alrededor que puede cubrirse por inundaciones periódicas.
Ha
sobrevivido al crecimiento desordenado de la ciudad, y subsiste con incertidumbre
gracias al esfuerzo, en muchos casos heroico, de grupos independientes
organizados y algunos ambientalistas, como el grupo Alternativa Mosquera que ha
evitado la arbolicidad en los sectores aledaños a él y articula políticas de
protección ambiental y animal, o como el grupo Sabana Ecológica que fomenta en
la sociedades de los municipios de Funza y Mosquera el cuidado a los humedales,
haciéndoles limpiezas mensuales al humedal, recuperando más de 50 hectáreas que
incluyen el cuerpo del agua.
A
partir del año 2.000, en Funza las grandes zonas verdes empezaron a ser reemplazadas
por avenidas, casas y apartamentos. Desde entonces, el vertimiento de aguas
negras provenientes de los habitantes de los barrios vecinos, empezó a enfermar
al humedal, infectándolo además con grasas, aceites y otros contaminantes que
han deteriorado este hábitat.
Pero
no sólo la construcción sobre él ha sido su causa de enfermedad, la llegada de
la empresa Big Cola fue la bomba detonante que envió a cuidados intensivos al
humedal. En el año 2014 una ex funcionaria de AJE Colombia (Big Cola) denunció
que la empresa, era la responsable de verter desechos tóxicos a través de un
conducto oculto subacuático y lo más grave es que disfrazó su funcionamiento,
ya que de día operaba aparentemente de manera higiénica y por las noches
depositaba los desechos en el humedal.
Tras
las denuncias, los operarios de Big Cola hicieron aseo y limpiaron las
evidencias de estos vertimientos para evitar que las autoridades ambientales se
percataran de la situación de contaminación que generaron por casi 8 años al Gualí.
El
gobierno del municipio empezó a tomar medidas para ayudar a salir al agonizante
Gualí de su enfermedad.
Así
pues en el 2012, la CAR hizo entrega a la alcaldía municipal de la planta de
aguas residuales, que desde 1996 existía, y empezaron a hacerle la debida
modernización. Finalmente el 18 de septiembre de 2015 el municipio de
Funza inauguró una de las Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) más
modernas de Cundinamarca y del país, con equipos de última tecnología que
consumen poca energía. Esta planta evita
que las aguas residuales provenientes de la cocina o del baño de los pobladores
se viertan directamente al humedal; se necesitaron 7.000 millones de pesos para
modernizar la planta y ahora de los 8.000 metros cúbicos diarios de agua aproximados
que recibe, el 100 por ciento son tratados y descargados de nuevo al humedal,
con agua que tiene una pureza del 95 por ciento.
Con
esta inversión se mitiga la emisión de olores, vectores como insectos y
roedores, la disposición correcta de los residuos como lodos y basuras,
haciendo posible la convivencia de la planta con los habitantes del barrio
donde está ubicada y la comunidad en general, recuperando así el humedal Gualí.
Todos
pueden ser parte del remedio que cura la terrible enfermedad del Gualí. En un
mundo donde no se detiene la contaminación de los recursos hídricos, el agua
escasea y se está empezando a generar una guerra por ella. El ejemplo de los
antepasados muiscas adoradores de los ríos, arroyos, lagunas y humedales, es la
perfecta enseñanza para que los humanos conozcan este patrimonio para
aprenderlo a respetar y a la vez darse cuenta que tienen una relación con el
agua como individuos y como sociedad.
El
agua es la fuente de vida; estamos hechos de agua.
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